Las lágrimas de la Virgen de Gracia

Aunque son dos advocaciones distintas, la Virgen de Gracia y la Virgen de la Herrería, es cierto que ambas caminan juntas en su historia, su devoción, veneración y descubrimiento. Escondidas ante la invasión del Islam para, según avanzaba la Reconquista, ir apareciendo. Parece que primero fue la de la Herrería y con posterioridad la de la Virgen de Gracia. La historia es similar: pastores que de forma casual o milagrosa  las encuentran en lugares cercanos; ermitaños agustinianos que las cuidan y la veneran en pequeñas ermitas y hasta las dos imágenes se parecen mucho. Gabi Sabau cuenta que tanto la Virgen de Gracia, la de Nuestra Señora de la Herrería y la Virgen del Consuelo, que fue llevada a Zarzalejo, serían las imágenes de la iglesia del pueblo de la Herrería de Fuentelámparas. Pero por otra parte se dice que existieron tres pequeñas ermitas: la de la Virgen de Gracia dentro de la finca de los Ermitaños, la de la Virgen de la Herrería donde hoy está la puerta del Castañar y la de la Virgen del Consuelo de cuya ermita se ha perdido su rastro. Pero historiadores tenemos para que sus versiones las hagan coincidir o no.

Nuestra Madre la Virgen de Gracia quedó encerrada en su pequeña ermita que amenazaban las nieves y vientos serranos mientras iban desapareciendo las manos de los ermitaños que la arropaban y cuidaban. Allí subían a rezar familias enteras ante la Virgen de los Ermitaños y al ver sus penurias, abandono y rigores de la naturaleza por los que pasaba la Virgen, ni cortos ni perezosos, tomaron en volandas a la Señora y la llevaron al pueblo de San Lorenzo. La depositaron en la Parroquia de Floridablanca en un altar lateral donde se seguía venerando por los serranos que creían y confiaban en Ella. Allí al menos caliente y sin penurias, pasaba la Virgen el tiempo mientras se tomaba una decisión importante para sus devotos. La Parroquia se llevaría a lo alto del pueblo y el pequeño Santuario quedaría para uso y veneración de Nuestra Señora de Gracia y permanecería por siempre bajo su advocación. Allí en su Altar Mayor quedaba elevada a Patrona del pueblo de San Lorenzo que estos días, vestida de romera con su refajo, corpiño, falda, faldriquera y pañoleta pide por todos.

Pero mientras esto sucedía, a la Virgen le esperaban dos hechos que pondrían a prueba que nadie puede contra ella pues es la Madre de Nuestro Señor.

Difícil es saber las veces que Nuestra Señora ha llorado por nosotros, pero, especialmente, lo hizo dos veces mientras la angustia la ahogaba en lágrimas y era difícil calmarla. Una fue cuando las hordas napoleónicas invadían nuestro pueblo y por la calle Florida iban deshaciendo todo lo que se encontraba a su alcance. La Virgen había sido trasladada desde la Ermita a la antigua Parroquia en Floridablanca y allí se ahogaba en lágrimas. La otra, durante el verano de 1.936, cuando otras hordas, en este caso hermanos de aquí o de otros lares, entraban y saqueaban el sagrado recinto. Parece que la mirada de la imagen de la Virgen, de los santos o la de Cristo crucificado, les hacía daño en sus almas atormentadas y agarrotadas por el odio. Allí reían, mientras blasfemaban y quemaban las imágenes. La de Nuestra Señora, mientras les perdonaba, lloraba con lágrimas de sangre. Creían los sacrílegos que la imagen se consumiría en el fuego pero nada más lejos de la realidad. Creían que la destruirían las llamas y lo que realmente estaban haciendo era dar una nueva vida a la Virgen y a su devoción por los lugareños y veraneantes. La imagen desapareció ahogada en lágrimas de pena y años más tarde, desde el cielo, señaló a D. Mariano Benlliure cuyas manos modelaron en 1.941 una hermosa imagen de Nuestra Señora que realizó en tiempo record y que hoy veneramos. Las lágrimas de la Virgen sirvieron a Benlliure para amasar la arcilla que utilizó para realizar el modelo de la preciosa imagen. De aquí la belleza de su cara y la no menos preciosa cara del niño Jesús al que sujeta con su brazo, con todo su amor y cariño de Madre.

 

Jesús Sáinz de los Terreros

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