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Resultados de El Escorial en las Elecciones Generales en la Comunidad de Madrid

Resultados del Escorial en las elecciones Generales de Madrid

Imagen

 

San Lorenzo                     La Villa

Censo                          13.595                            12.350

Votos emitidos           10.196                               9.627

Participación                  75%                             77,95%

 

PP                                4.691 (45,99%)               4.296 (44,87%)

PSOE                           1.463 (14,47%)               1.402 (14,64 %)

Mas Madrid                 1.505 (14,88%)               1.443 (15,07%)

VOX                            1.233 (12,19 %)              1.229 (12,84%)

U.P                                  702 (6,94%)                   720 (7,52%)

Cs                                    376 (3,72%)                   336 (3,57%)

Analizando los resultados llegamos a la siguiente:

San Lorenzo: (PP+VOX+Cs)  61,90 %

(PSOE+MM+UP)  32,29%

La Villa: (PP+VOX+Cs)  61,22%

(PSOE+MM+UP)  37,24 %

Es curioso pero analizando los porcentajes de los resultados de estas Elecciones, resultan ser prácticamente idénticos en ambos pueblos escurialenses. Parece ser que políticamente los dos pueblos son muy parecidos al menos por los resultados de estas Elecciones.

Los resultados de la Comunidad no difieren mucho de los aquí presentados

Participación     76,25 %

PP                      44,73 %

MM                   16,97 %

PSOE                16,85 %

VOX                   9,13 %

Podemos          7,21 %

Cs                       3,57 %

(PP+VOX+Cs)         57, 43%

(PSOE+MM+U.P)   41, 03% 

Algunos titulares tras las elecciones del 4M

Carmen Calvo desprecia a los “tabernarios” de Ayuso: “Para el PSOE es difícil hablar de cañas y berberechos” ha dicho.

Es lógico señora. El PSOE prefiere las grandes mariscadas, comidas en OPAZO, comilonas en los mejores restaurantes, gastos suntuarios en puticlubs….No se les puede pedir a estos señoritos, incluyo a la casta  podemita, que vayan a las tabernas o sitios similares dada su categoría. A nosotros los “fascistas” nos encantan las tabernas, las tascas y cualquier lugar donde te puedas tomar una caña y berberechos. Ojo no todos pueden tomarse berberechos porque están carísimos.

 

Iglesias anuncia entre lloros que deja la política y culpa de todos sus males al fascismo. Este chico es un imbécil. Dejar la política ya lo tenía decidido hace tiempo para montar un negocio audiovisual con el rojo millonario Jaume Roures que maneja el fútbol televisado. La debacle de Podemos la conocía, la UE le dijo a Sánchez que para cobrar las ayudas tenía que echar del Gobierno a su vicepresidente y la justicia lo tiene acorralado. Llorón no le eches la culpa al fascismo porque en España, por mucho que lo pregones, los fascistas no existen. Además has mentido, como siempre, porque prometiste a tus votantes que te quedarías de diputado si no ganabas el 4M. Puedes irte a Venezuela, a Bolivia a Irán o a Cuba con tus amigos fascistas revolucionarios. No te preocupe, nos dejas mucha paz.

 

Monedero el ideólogo, fundador de Podemos y amigo de Iglesias, sigue a la carga contra los madrileños que ganan 900 euros y votan a Ayuso: “no me parecen Einstein” Es lógico. Tú no votas a Ayuso porque ganas mucho más de 900 euros y eres un Einstein en lo tuyo. Otro “podemita”que la Justicia le acorrala por el caso Neurona y tiene la cara de pedir al juez que no le investigue la UNEF.

 

Martes Santo en San Lorenzo

Martes Santo en San Lorenzo

Este virus ansioso de contagiar y matar. Ese COVID-19 que nadie sabe de dónde viene ni a donde va, ha cambiado muchas cosas. Tradiciones, fiestas, relaciones familiares, tertulias en los bares, caras tapadas con mascarilla, en definitiva ha modificado nuestra forma de vivir. La Semana Santa no será como la hemos vivido. Será este año tan distinta como el pasado, sin pasos de Cristo ni de la Virgen ni música religiosa, sin nazarenos ni olor a incienso en la calles, sin saetas ni . Los pueblos de la sierra madrileña están dando cobijo a esas ansias de salir de su hábitat natural y pasar el día en los pueblos serranos. Todos llenos. No se puede comer si no has reservado, las terrazas a tope, muchos incumpliendo las normas y la responsabilidad brillando por su ausencia.

La Lonja era una pequeña Herrería sin árboles. Aquí no crecen los arboles porque darían flores de granito. Niños jugando, corriendo y como es lógico cayéndose. Familias comiendo en los bancos. Una larga cola para entrar a visitar el Monasterio que llegaba hasta el mojón donde dicen se sentó Santa Teresa cuando vino a visitar a Felipe II. Vestimenta de verano sin sentido en los turistas, en este caso madrileños. El aparcamiento en el pueblo era una aventura. El Hotel Miranda recordaba los días de verano donde encontrar una mesa para tomar los picatostes era un triunfo. Florida, vacía y en silencio días antes, era un hervidero de grupos y turistas que desde temprano llenaban el pueblo. La calle peatonal, hoy “terrazanal”, la plaza y la calle de las Tiendas (Soportales) era una pura muchedumbre intentando comer aunque fuera alguna tapa.

San Lorenzo del Escorial por mucho que me guste  y le quiera, así no lo deseo.

El cuadro de Dalí con el Monasterio de testigo

El cuadro de Dalí. Comentaba en este blog que son muchos los grandes pintores que han dejado en sus lienzos una visión del Monasterio. Comentaba el que para mí es un magnifico cuadro, que fue pintado por Pablo Rubens en uno de sus viajes a España. Ahora revisando a otros pintores, dos grandes, como Dalí y Zuluaga, introdujeron en sus cuadros una vista del Monasterio.

Salvador Dalí, pintor español nacido en Figueras, es uno de los mayores representantes del surrealismo y conocido por sus icónicas imágenes de un estilo genuinamente personal. Si no me equivoco, Dalí realizó pocos retratos. Uno de ellos es este cuadro titulado “Embajador español Juan Cárdenas”. Es un óleo sobre lienzo sin fecha ni firma de 0,61 x 0,50 mts. que se exhibió inacabado en la Galería Julien Levy de NuevaYork el 20 de abril de 1.941.

El retrato corresponde al embajador español Juan Cárdenas que desempeñó, durante la II República, sus primeros cargos en Washington en 1.932  y posteriormente en la República Francesa entre 1.934 y 1.936. Aristócrata de inclinaciones monárquicas, fue enviado a desempeñar las funciones de representante diplomático informal del bando franquista en los Estados Unidos, en calidad de «representante del gobierno nacional»

Parece como si el retrato del diplomático no fuera lo importante de este cuadro ya que no responde a los cánones que normalmente siguen estas representaciones de hombre, mujeres y niños. Es el cielo reventón, la imagen del Monasterio y el paisaje terroso lo que da importancia a la composición colocando a la figura del embajador Juan Cárdenas en una esquina actuando de contrapeso a la composición del cuadro pero desdibuja la figura de este diplomático español. Es una obra típica del surrealista Dalí donde trastoca lo real para adentrarse en lo subjetivo y quizás en lo más expresivo.

 

El Cuadro de Rubens

 

Paisaje de El Escorial - Colección - Museo Nacional del Prado

El cuadro de Rubens

El Monasterio del Real Sitio de San Lorenzo es uno de los Museos de pintura  más importantes que podemos ver en España. Felipe II y sus sucesores fueron llenando de arte la inmensa fábrica de granito que Juan Bautista de Toledo, autor de las trazas, proyectó para Felipe II y que Juan de Herrera terminaría la obra tras el fallecimiento del arquitecto renacentista español. Si esto es cierto no menos cierto es que el Monasterio ha sido y seguirá siendo motivo para cuadros de grandes pintores y de otros miles que ven en la obra y en su entorno el motivo favorito para sus pinturas.

La pandemia con su confinamiento y ahora la inmensa nevada que también nos ha confinado, han hecho que, en mi búsqueda de temas sanlorentinos, haya caído frente a un cuadro que realmente me ha impactado. Se trata de un cuadro del pintor barroco, de la escuela flamenca, Pedro Pablo Rubens, pintor favorito del Felipe IV, que le encargaría decenas de cuadros para decorar sus palacios. De aquí que la mayor colección de cuadros de Rubens (alrededor de 90 cuadros) se encuentre en el Museo del Prado procedentes de la colecciones reales.

Rubens realizó labores diplomáticas y en 1.628 realizaría un nuevo viaje a España para informar al Rey Felipe IV de la situación de las negociaciones de un tratado de paz con Inglaterra. Sería este viaje en el que realizaría el cuadro del Monasterio y conocería a Velázquez con el que tendría una gran amistad.

“Durante esta estancia de nueve meses en Madrid, se sabe que Rubens salió en una ocasión de la propia ciudad para conocer el Monasterio del Escorial. Según los escritos de Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, Rubens solo mantuvo una especial comunicación con Velázquez, con quien incluso se escribía por cartas, llegando a hacer amistad e incluso yendo juntos a ver el Escorial. Asimismo, los propios escritos de Rubens también relatan su versión de esta experiencia, especificando que fue con Velázquez al Escorial y subieron al monte Abantos, donde éste se quedó maravillado con las vistas.” (Leído en Free Tours).

Parece que en su viaje al Escorial quedó prendado del paisaje que desde la Cruz de Abantos con el Monasterio al fondo, descubrió en su paseo por el Monte  y se dedicó a pintarlo. El mismo haría una descripción de su pintura:

     “En la cima existe una gran cruz de madera que se descubre fácilmente desde Madrid, y a su lado una pequeña iglesia dedicada a San Juan, que no se ha podido representar en este cuadro porque quedaba a nuestra espalda y donde mora un ermitaño que se ve aquí con su borrico. No hay necesidad de decir que abajo se encuentra el soberbio edificio de San Lorenzo de El Escorial con su pueblo y sus alamedas de árboles, con la Fresneda y sus dos estanques y el camino de Madrid que aparece en lo alto.”

Así describía la pintura, que se encuentra  en el Museo del Prado, a la que me refiero y que nos descubre un paisaje muy diferente al actual. El Monte de “La Jurisdicción” hoy Monte Abantos se ve su cara sur pelada sin vegetación, de cuya forestación se encargarían los estudiantes de la Escuela de Ingenieros de Montes que estuvo ubicada en la Casa de Oficios de San Lorenzo entre 1.869 y 1.914. Los estudiantes realizaron sus prácticas en el Monte Abantos y consiguieron una reforestación que fue elogiada por muchas instituciones..

Sobre el Monte Abantos, el cuadro recoge  un cielo azul característico de la zona que Velázquez inmortalizó con su maestría en muchas de sus obras. Un pueblo incipiente queda dibujado junto a la imagen del Monasterio visto desde la altura del Monte como Rubens describía.

El cuadro mantiene la armonía de sus tonos sin ninguno que rompa el equilibrio casi fotográfico del paisaje. Es de los cuadros que me gustaría tener en mi casa.

El Cafetín Croché-25 (continuación 25)

El Cafetín Croché.- (continuación).- 25

Capitulo VII

Mis GREGUERÍAS del Croché

Cuando la primavera no da cornadas y el frío se encierra en su casa de invierno, los toros en Croché, se ven desde el callejón de San Lorenzo o sentados en su albero.as mujeres entran en el Croché sonriendo, porque saben que Manolo las va a piropear.

Al Croché le han puesto una silla de ruedas para que Álvaro –Polilla-, pueda tomar el aperitivo con su pequeño nieto.

A Miguel Ángel se le olvidó esculpir la barra del Croché y la terminó Maruja Martín en blanco hilo de algodón.

El Cafetín Croché se despierta tarde. Le gusta apurar los posos de la noche y claro, por las mañanas se le pegan las sábanas de la holganza. Se despierta a la hora en que las manecillas del reloj rezan el ángelus y ambas se confunden, muy juntas, en un diario acto de amor.

Cuando cierra los ojos el Croché, las agujas del reloj del Ayuntamiento forman ángulo recto.

Cuando se acercan las diez de la noche, cirios y velones se encienden para competir con las estrellas del cielo de la noche escurialense. A esa hora se enciende el cielo del Croché para acompañar a los luceros y alguien comenta lo bonito que es hacer el amor a luz de las velas.

A las diez de la noche, la barra del Croché parece un altar con sus velas encendidas, mientras dentro un monaguillo pasa el cepillo a las parejas que rezan juntas su rosario de amor y por las radios mudas, un gregoriano ameniza la celebración.

El Croché no duerme la siesta. No tiene ni orinal ni pijama.

Al Cafetín Croché no se le caerán los pantalones pues los camareros los llevan con tirantes.

Cuando los viernes muere la magia, la entierran en la Cripta del Croché.

Cuando la poesía se durmió, se despertó en el Cafetín Croché.

A la tristeza, al tener menos de 18 años, no se la deja entrar en el Croché

En el Croché no existe el humo. Se lo llevó el cerillero a otro café.

El suelo está tan limpio, que parece que al despertar, un limpiabotas le limpia los zapatos.

En el albero del Croché, los lances los dan los primeros clientes desplegando el periódico del día.

En el colegio del Croché he pasado veinte años por mal estudiante.

Cuando la primavera se quedó dormida y el verano empezaba a levantarse, el Cafetín Croché nace a la vida sin alharacas, sin querer molestar a la Historia y se quedó en diminutivo de café.

A primera hora de la mañana, el Croché es sala de lectura, es leer hoy lo que ocurrió ayer en los papeles del diario. Es café con leche ordeñada hace varias albas y traída en cántaras de cartón por la lechera de turno.

Desde el Croché se tarda lo mismo en ir a ver una obra de teatro al Coliseo que ir a pagar un recibo de la contribución al Ayuntamiento: están a la misma distancia.

Cuando la primavera no da cornadas y el frío se encierra en su casa de invierno, los toros en Croché, se ven desde el callejón de San Lorenzo o sentados en su albero.

Las mujeres entran en el Croché sonriendo, porque saben que Manolo las va a piropear.

Al Croché le han puesto una silla de ruedas para que Álvaro –Polilla-, pueda tomar el aperitivo con su pequeño nieto.

A Miguel Ángel se le olvidó esculpir la barra del Croché y la terminó Maruja Martín en blanco hilo de algodón.

El Cafetín Croché se despierta tarde. Le gusta apurar los posos de la noche y claro, por las mañanas se le pegan las sábanas de la holganza. Se despierta a la hora en que las manecillas del reloj rezan el ángelus y ambas se confunden, muy juntas, en un diario acto de amor.

Cuando cierra los ojos el Croché, las agujas del reloj del Ayuntamiento forman ángulo recto.

Cuando se acercan las diez de la noche, cirios y velones se encienden para competir con las estrellas del cielo de la noche escurialense. A esa hora se enciende el cielo del Croché para acompañar a los luceros y alguien comenta lo bonito que es hacer el amor a luz de las velas.

A las diez de la noche, la barra del Croché parece un altar con sus velas encendidas, mientras dentro un monaguillo pasa el cepillo a las parejas que rezan juntas su rosario de amor y por las radios mudas, un gregoriano ameniza la celebración.

El Croché no duerme la siesta. No tiene ni orinal ni pijama.

Al Cafetín Croché no se le caerán los pantalones pues los camareros los llevan con tirantes.

Cuando los viernes muere la magia, la entierran en la Cripta del Croché.

Cuando la poesía se durmió, se despertó en el Cafetín Croché.

A la tristeza, al tener menos de 18 años, no se la deja entrar en el Croché.

En el Croché no existe el humo. Se lo llevó el cerillero a otro café

El suelo está tan limpio, que parece que al despertar, un limpiabotas le limpia los zapatos.

En el albero del Croché, los lances los dan los primeros clientes desplegando el periódico del día.

En el colegio del Croché he pasado veinte años por mal estudiante.

Cuando la primavera se quedó dormida y el verano empezaba a levantarse, el Cafetín Croché nace a la vida sin alharacas, sin querer molestar a la Historia y se quedó en diminutivo de café.

A primera hora de la mañana, el Croché es sala de lectura, es leer hoy lo que ocurrió ayer en los papeles del diario. Es café con leche ordeñada hace varias albas y traída en cántaras de cartón por la lechera de turno.

Desde el Croché se tarda lo mismo en ir a ver una obra de teatro al Coliseo que ir a pagar un recibo de la contribución al Ayuntamiento: están a la misma distancia.

El Cafetín Croché 19 (continuación)

El Cafetín Croché (continuación)

A Croché no se va generalmente a comer. Tampoco a pasear: se va a estar. Pero estar no significa no comer ni beber y para ello tiene preparada una Carta que parece que va dirigida directamente al buzón de los más exigentes. Aquí no se va a comer un cocido, ni a beber un Rioja del 70. Para eso y para la merluza, el estofado, las pochas con boletus, el chuletón o los carabineros a la plancha ya tiene a su hermano el Charolés. Aquí se va a picar, no como el barilarguero en la plaza de toros, pero sí a picar simplemente, sin castoreño, ni vara, ni toros ni ná.

Y como se dice en la carta, aquí se puede “picar a cualquier hora”. Cuando los cuchillos afilados del frío escurialense no te permiten hacerlo en la terraza sentados en el albero del callejón, lo haremos dentro, también a cualquier hora y siempre a las diez y diez del reloj de la barra. En verano y en esos días azules y soleados de la limpia primavera sanlorentina, la terraza es el sitio ideal para que sobre su albero, bien regado, florezcan las plantas de nuestras mejores tertulias, acompañadas, siempre, de algo de picar . Si te decides, porque el tiempo así lo pide, unas sopas de ajo elevarán tu ánimo hasta las mas altas cotas de tu existencia, trasformando en vitalidad tu estado mustio y destemplado. Si el ajo no te va bien y no tienes reuma- el ajo cura casi todo- una cata de caldo de cocido puede embriagarte casi como una bebida alcohólica y trasportarte a los lares de la abuela que hacía los caldos como Dios manda. Luego puedes probar el queso brie rebozado o una chistorras de Arbizu ( Navarra ) y terminar con una buen postre de leche frita a la llama de Machaquito (ese anisete con el que se bautiza el café mañanero y que es gloria bendita).

También puedes empezar con unas tostadas de changurro de bonito y unos boquerones Victorianos en vinagre. Seguir con una albóndigas de ternera que te harán olvidar las fiebres y enfermedades vacunas- tan en boga hoy en día-. Si te queda todavía algo de hambruna, después de mojar pan en su espesa y bien ligada salsa, pruebas la tarta del Cafetín, hecha en casa con frambuesas, que algún pastelero famoso envidiaría.

Pero yo prefiero empezar por las habitas finas de Alcaudete con jamón, unas croquetas de bacalao y terminar con la cata de callos a la madrileña, que mejoran los que he tomado en Madrid en restaurantes de varios tenedores y estrellas de guías gastronómicas, para finalizar con un postre de Flan de Chocolate que suelo acompañar de nata montada, y todo ello regado con Marqués de Riscal de la reserva numerada del 97. Y si alguna vez decides pasar por allí a picar no te olvides de los mejillones con bechamel o del Tomate al Perrin´s con queso manchego; de las tostadas de Roquefort; de pisto y bonito; de ensalada Imperial o de salmón ahumado. Y si te gustan los calamares no te olvides de pedir unos Calamaritos guisados de la jefa Elisa.

Nota: Me figuro que la carta habrá cambiado, pero era así cuando lo escribí hace algunos años)

 

El Cafetín Croché 17 (continuación)

El Cafetín Croché 17  (continuación)

El Croché mira hacia dentro, no tiene ventanales para mirar hacia fuera; busca su propio ser, sin tener que ver pasar a nadie, ni que nadie te mire al pasar. Tiene, eso si, puertas y ventanas que sólo tamizan la luz y cuyos cristales están decorados con el nombre del Croché u otros motivos grabados imitando a la técnica del ácido, ácido fluorhídrico que es el único que ataca al vidrio. Proceso antiguo y complicado, debiendo recubrir con betún la parte que no queremos dibujar, la que queda libre. En Madrid existieron maestros importantes de la técnica del vidrio, como Angel Jiménez Ochoa, nacido en el vecino pueblo de Guadarrama y talleres especializados en este noble arte decorativo tan en boga en tiendas, cafés y tabernas de finales del XIX y principios del XX. Gremio de artistas que se va perdiendo con las modernas técnicas de grabado del vidrio.

El Croché es de esos cafés en los que nunca pasa nada pero que en cualquier momento puede pasar algo imprevisto o al menos te imaginas que algo va a ocurrir. Es, como se decía del Gijón, el lugar que menos se liga del mundo, pero como la esperanza es lo último que se pierde…. Es un espacio acogedor pero inacabado en el tiempo. El Cafetín Croché tiene por derecho propio, el título y la condición del café intemporal, del café matritense, del café de estancias prolongadas, de tertulias, de amoríos o de citas clandestinas, del café de premios y de juegos de la oca o del parchís y en donde las conversaciones fluyen sin molestar, como de música de fondo se tratara, pero que no la escuchas, aunque notes su presencia y que siempre está ahí para acompañarte en tu propia soledad. Y aquí sentado sobre sus divanes rectos, empalados y algo tristes por el tono marrón oscuro de su terciopelo, he pasado revista y he recordado sentado algunas anécdotas que ocurrieron en este Cafetín.

Parece que todavía estoy viendo entrar a un personaje inefable al que llamaban “mi caballo murió”, hombre a unas gafas pegado, perfectamente pertrechado de ropa para cabalgar por los prados, laderas y hasta montañas escurialenses, con botas altas casi espejos azogados en negro, por su limpieza y pulcritud y de empaque algo anticuado.

  • Qué, ¿vienes de montar?
  • No he podido pues mi caballo está enfermo.

A los dos o tres días y casi siempre con mala intención, alguien le preguntaba:

–   ¿Por donde has montado hoy?.

  • Fui a la Herrería para montar pero el caballo tenía una pata algo estropeada y además ha pasado una mala noche.

Nunca se le vio sobre ningún penco y si se apura algo mas, cuando se subía a un burro, si es que alguna vez lo hizo, seguro que lo tiró del jergón al ver a tal guisa montado sobre su lomo. De ahí su mote de “mi caballo murió”.

Serranos sin Romería

Serranos sin Romería

El Escorial está triste, ¿Qué tendrá el Escorial? Es septiembre y comienza la salida de las ganadas vacaciones de muchos gurriatos y caciques y El Escorial languidece. La Romería es el punto de inflexión. A partir del segundo domingo de septiembre y mientras las castañas comienzan su caída, San Lorenzo y la Villa se vacían. Parece que este año va a ser menos por culpa del virus asesino.

Subo de Madrid al Escorial y esta vez voy a dar mi paseo “diabético” a la Casita de Arriba y disfruto de sus vistas y jardines. Me cruzo con Cristina Alberdi en Timoteo Padrós, gran andarina y amante de este pueblo  y sin conocerla me da los buenos días como hace toda la gente de buena voluntad. Sigue perfectamente despeinada y en gran forma.

El aperitivo en la plaza me regala una sorpresa. En los tres balcones del hotel De Martín encima de las Viandas, aparecen tres preciosas figuras que recuerdan las estatuas del maravilloso retablo del Monasterio que trazó Juan de Herrera y que Pompeo Leoni, Jacome Trezzo y Juan Bautista Comane  realizaron. Una parece ser uno de los Doctores de la Iglesia que lleva una reproducción del Monasterio en una mano y la otra figura parece  una de las estatuas que componen la parte central del retablo. El mirador central lo llena una reproducción de la Virgen de Gracia, no tan bien conseguida, que completa este bonito decorado para recordar que iban a ser las figuras centrales de la carreta que acompañarían a la Virgen en su Romería. (No he podido reproducir la foto)

 

Hermandad de Romeros de la Virgen de Gracia - Inicio

La tristeza por la situación actual se torna hoy en silencio. Silencio de las bombas que a las 6 de la mañana anuncian el inicio del Rosario de la Aurora. Silencio de la Misa Romera en la Herrería, de los bares, de los cafés del chinchón y silencio del Miranda para reponer fuerzas con café churros o picatostes. Silencio del cortejo romero, de la dulzaina de Zapatones y del tamboril. Silencio del rondón, de la alegría de las peñas de la subasta y de la vuelta a casa. Silencio de la Salve bajo el Arco y de las lágrimas cuando se inunda la carreta de la Virgen de pétalos de rosa.

La Virgen lo comprende y sólo pide a los romeros que este año dediquen un recuerdo a los que sufren y han fallecido por la pandemia y la recen una Salve por todos ellos. Ya vendrán tiempos mejores.

 

El Cafetín Croché 16 (continuación)

El Cafetín Croché 16 (continuación)

Charlando en un café,

ajenos al murmullo de otras mesas,

al trajín de las tazas, a la entrada de tipos

que dejan los abrigos junto a ellos.

Con los ojos clavados uno en otro,

una chispa airosa en la sonrisa,

un resplandor muy dulce,

en las nubes de una combustión:

ningún amor se entiende desde fuera,

ninguno.

( de Luis Muñoz del libro “ Manzanas amarillas” ) 

En las paredes de esta zona, una colección de billetes antiguos, junto a un billete de 1.937 del Consejo Municipal del Escorial de la Sierra de 50 céntimos, moneda que circuló por estos parajes durante la Guerra Civil, y que está firmada por Piris y Carrizo, parecen querer que esas dos Españas se hagan amigas y se olviden de una vez para siempre de odios y rencillas. Una barquillera de latón, quizás recordando a la buena de Doña Crescencia, barquillera de honor de San Lorenzo, que nos deleitaba, con sus barquillos y cucuruchos de pipas, delicias de paseantes, primero en la Plaza de los Jardincillos y luego en Floridablanca. Barquillera que nos recuerda niñeces de parisien o de rubios barquillos cilíndricos de dos o tres vueltas; rueda de la fortuna- si no te tocaba el clavo- siempre cual zurrón al hombro del barquillero castizo y chulapón, siempre presente en paseos, parques y verbenas que vociferando ¡barquillos; parisien! daban un colorido chulesco a los ambientes madrileños con su palpusa de cuadros, el safo al cuello y su chopín gris sobre la babusa blanca. Esta barquillera de antaño hace guardia junto a una gramola antigua, muda también como las radios de madera.

Es una zona diferente que se busca al entrar al Cafetín y cuando se descubre, los ojos de las parejas se hacen cómplices y asienten sin mover un músculo. La mesa del fondo de este espacio, solitaria en muchos momentos, sería la ideal para que Ramón Gómez de la Serna escribiera en ella, pues a él le gustaba escribir hasta las primeras luces del día en su buhardilla y luego trasladarse mas tarde a un café solitario y no con el ambiente de tertulias ruidosas como el Gijón.

En toda esta decoración del Cafetín Croché, echo algo de menos. Echo de menos al cerillero de todo café que se precie, vendedor de humo o de números de la suerte, de postales a turistas o confidente de alguna cita, y que debe estar apostado como perro guardián cerca de la puerta de todo café o como en este caso, aunque sólo sea cafetín. En el sitio en que creo debería estar el buen cerillero, existe un Tablón de anuncios que si te decides a leerlos puedes quedar extasiado con lo que allí se expresa, se solicita o se anuncia y bien puede servir para iniciar una Antología del Anuncio de Tablón. Allí he leído el 29.03.01: Escuela de Arte Matisse:  “Curso de tango argentino impartido por Fabiana Bassa” ; Maribel Corral : “Naturópata- Osteópata. Especialista en terapias manuales”; Uno de teatro : Nos gusta el teatro y queremos montar “ Fools for Love” de San Shepard. Necesitamos dos actores; Tertulia en la Sierra : “Busco personas con buena formación. Ideas progresistas. Carácter innovador. Creatividad e iniciativa.”; “Lector animador. Ancianos, enfermos… cualquier edad. Julián Diaz Cantarero”. Una tarjeta que dice : “ Maripi Serrano: Blusas y baño Brasil”. Otra anunciando un gabinete de Psicólogos; una tarjeta de un abogado con poco trabajo, me figuro; un anuncio de muebles y dos fotos de magos anunciándose. Arriba una NOTA : “ Las tertulias y anuncios expuestos en este tablón se renovarán los días 1 de cada mes”. Después de leerlo no he echado en falta al cerillero; es magnífico.

Alfonso González, en su rincón del Café Gijón.

                                      Alfonso González, en su rincón del Café Gijón.MIGUEL GENER

Del Croché me gusta casi todo. Me gusta su luz tenue que emana de las lámparas bronceadas Art-Deco del techo y de las lamparitas de las mesas con cristales de colores; la luz de las velas al anochecer, la que se filtra por las ventanas tamizada por labores de croché, suave y sin resol pues trasladan fielmente la penumbra del callejón de San Lorenzo. Me gusta su atmósfera tranquila, a veces inquietante, revolera o revoltosa, pero que va calando en el cuerpo como fina lluvia del norte. Me gusta el ruido de las cucharillas al remover el café napolitano, el del timbal de los dados en el cubilete o el seco chasquido de la ficha de dominó al colocarla sobre el tapete blanco de mármol.

Me gusta casi todo del Croché. Me gusta que sea un espacio medible por ojos geométricos. Un espacio asequible y sin distancias que distorsionen la vista, el oído o el olfato. Me gusta que no tenga demasiados espejos- tiene uno pero queda disimulado por fotografías de asistentes a las tertulias- pues la imagen en un espejo no es efímera, siempre te reconoce y guarda tu imagen en el recuerdo. Si vuelves te verás en él. No le provoques pues te sacará lo que fuiste. No seas inconsciente. Te recordará tu juventud hoy ajada, y te enseñará todas y cada una de las arrugas o surcos del arado de la vida en tu cara. Es traidor pues te delata tus miserias cuando te miras en él. Dos espejos, uno frente al otro, te llevan al infinito como en un túnel del tiempo, y al final te ves como flor marchita. Es cruel. Te mira cuando pasas de él. Los espejos no te quieren pues te sacan todos tus defectos. Por eso Manolo tuvo el acierto de poner pocos espejos en el Croché. No quería que sus clientes vieran el paso del tiempo que en Croché no existe, pero que sí era motivo decorativo, recurrente e impertinente en los cafés de antes como los que existían en Candelas, o los de la Fontana de Oro; el espejo de Lhardy con un gran marco de talla en madera dorada que mira y se deja mirar desde el fondo del local y en el que se han fotografiado varias generaciones de la selecta sociedad madrileña; los del Café Gijón o del Universal, el llamado café  “de los espejos” por la gran cantidad que tenía colgados de sus paredes. Sólo puso uno para no tener que decir, como Cesar González-Ruano “estoy solo entre un laberinto de espejos, como el niño perdido en un bosque poblado de fantasmas geométricos”.