De todos los edificios públicos previstos por la Sociedad Abantos, creada en 1.923 con el objetivo de construir una ciudad jardín y una zona de ensanche de San Lorenzo, ninguno fue llevado a cabo salvo el Hotel Felipe II construido en los años 40. Con anterioridad la sociedad proyectó en el Cerro de las Damas un hotel de 150 habitaciones y un pabellón regio para uso de la familia real que no se llegó a construir.
En 1.943 el Banco Popular de los Previsores del Porvenir que adquirió a la Sociedad Abantos casi todos sus terrenos y obligaciones, mandó proyectar al arquitecto José Osuna Fajardo un hotel de lujo en el Barrio de Abantos que llevaría el nombre de Felipe II. En un paraje maravilloso rodeado de pinares, el hotel consta de una planta semisótano donde se ubican los servicios; una principal del hall, comedor y salón y tres plantas más una bajo cubierta en las que se sitúan las habitaciones.
Desde su inauguración el hotel fue un referente en toda la sierra, no precisamente como un hotel familiar, como lo era el Hotel Victoria, sino con otros encantos de pareja. Mucha gente se casaba en el Monasterio y luego dormían en el Felipe. Fue, sin quererlo, Escuela de Hostelería pues de allí salieron, junto con el Victoria, los mejores maitres, cocineros y camareros que han pasado por el pueblo. Hoy es escuela, sí pero de negocios, el Euroforun, una de las tres sedes de los Cursos de Verano en San Lorenzo. Casi llegó a ser Casino tras la legalización del juego pero le ganó la partida Torrelodones y allí se quedó.
La piscina y el tenis del hotel, era de lo más chic de la sierra. Se podía jugar un partido de tenis y después darse un baño en su preciosa piscina, de agua azulada, rodeada de pinos centenarios. Después si te quedaba algo de dinero te podías tomar un martini cock-tail o un refresco caribeño en el bar, tipo chiringuito, que estaba junto a los vestuarios de la piscina. Era una gozada. Hace unos días subí a verla y tanto la piscina como el tenis, hoy campo de baloncesto, estaban destrozados y llenos de maleza. Me figuro que su descuido es porque a los asistentes a los Cursos de Verano no les gusta cultivar su cuerpo y si su espíritu y conocimientos.
Leía en “Apuntes de la Sierra” un artículo de Amparo Ruiz Palazuelos en el que describía la terraza del Hotel Felipe II desde un punto de vista del conocimiento y de las relaciones de convivencia con los asistentes a los cursos y la describía desde la perspectiva de espectadora y de participante en los Cursos de Verano.
Pero el encanto y sabor que tiene el Hotel y su magnífica terraza que abre sus imaginarios ventanales a los pinares que rodean el Monasterio y al precioso escenario de piedra berroqueña de las montañas que lo rodean, viene de lo que fue este hotel romántico, sentimental y soñador desde los años 50. Allí se podía ver a D. Juan de Borbón, padre del Rey Juan Carlos, asomado a su terraza deleitándose con su paisaje. De allí salió Lola Flores y El Pescadilla para casarse. Allí se hospedaba, Ava Gadner, Sinatra, Sofía Loren o Charlton Heston cuando rodaban películas en la sierra y Heminguay cuando venía a ver las corridas a San Lorenzo. D. Jaime de Mora también era cliente del Hotel y como era natural en él, se iba sin pagar. Decía que volvería y efectivamente volvía pero al cabo de algunos años y aunque pagaba lo hacía con bastante retraso.
En las tardes veraniegas, la preciosa terraza se convertía en merienda amenizada por una pequeña orquesta que dirigía el maestro Trabuquelli.
En los salones del hotel se celebraban las mejores verbenas del verano escurialense. Por muchas razones personales, recuerdo la de aquel ya lejano 8 de Agosto de 1.964 a beneficio del Hospital de la Alcaldesa. D. Antonio Casero, maestro de la pintura taurina, regaló dos cuadros para ser subastados. Uno se adjudicó a Álvaro Suárez Valdés, “Polilla”, por 3.000 pesetas y el otro sería rifado entre las, nada menos, 731 entradas vendidas. La fiesta era de las de antes con dos orquestas que la animaban hasta las 4 de la mañana y eso sí era obligatoria la chaqueta y corbata, ¡igual que ahora! Una cantante, Diana y un rockero con su guitarra llamado George Green actuaron aquella noche. Muchos recuerdos de un magnífico hotel.