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Una silla de ruedas en el Monasterio

Hace unos días apareció en el periódico ABC una carta al director en la que una señora se quejaba de las dificultades que tuvo que salvar para poder acceder, con una persona en silla de ruedas, hasta la Basílica del Monasterio para oír la Misa de una. Se quejaba de la falta de aparcamiento para discapacitados en la zona reservada de la Lonja, a pesar de cobrar por aparcar; de la necesidad de levantar las pesadas cadenas para poder entrar en la Lonja con la silla de ruedas; de la falta de una rampa para subir los siete escalones del Patio de Reyes que dan entrada a la Basílica y hasta de la imposibilidad de entrar por la puerta al existir un zócalo que impide salvarlo con la silla si no era con ayuda de varias personas. En su carta, la buena señora, apelaba al Patrimonio, al Ayuntamiento o a la Comunidad religiosa que regenta el Monasterio para poner remedio a semejante pifia.

Tiene toda la razón esta señora y creo que el responsable de este tema es el Patrimonio Nacional ya que cualquier obra por pequeña que sea y que se realice en el recinto del Monasterio es de su competencia y debe ser consultada, aceptada y aprobada por el Patrimonio y en muchos casos previo informe de Bellas Artes y de no se cuántos organismos e instituciones. Debo reconocer y reconozco muchas cosas buenas que hace el Patrimonio pero, aunque a veces he criticado algunas que no hace tan bien, hoy no lo voy hacer. La razón es que recuerdo que hace muchos años hablé mal del Patrimonio por la mala gestión del club de Golf de la Herrería y el Sr. Fuertes de Villavicencio, por entonces Gerente y Consejero Delegado, gran amigo de mi padre, le llamó y le conminó a que dejara de meterme con el Patrimonio en el “Semanario Escurialense”, periódico en el que yo escribía y casi me echa del club de Golf  y hasta de San Lorenzo del Escorial.

El problema al que se refería la carta de la señora en ABC, como otros muchos que podríamos enumerar o comentar, entran de lleno en las servidumbres que tienen que pagar los pueblos que nacieron alrededor de un palacio o maravilla del mundo que integran el Patrimonio Nacional, léase por ejemplo Aranjuez, La Granja de San Ildefonso o San Lorenzo de el Escorial. Por eso la denuncia de la señora debería hacer reaccionar a nuestros organismos, instituciones y ayuntamientos para acordarse de que existen todo tipo de personas y son muchas las que necesitan que desaparezcan las barreras arquitectónicas para recorrer nuestros monumentos, palacios y museos o simplemente para andar por las aceras.

Muchas veces hemos denunciado lo incómodo que se están haciendo nuestros pueblos y ciudades para poder andar y pasear por ellos y el terreno que ha ido ganando el vehículo frente al peatón. No olvidemos que  peatones somos todos. Cualquier obstáculo como los descritos en la carta, en este caso referidos al Monasterio, puede causar muchos problemas a personas discapacitadas o con algún grado de minusvalía. Demos un repaso a los edificios y aceras de nuestros dos pueblos y certificaremos las numerosas barreras que nos vamos encontrando.  

En nuestros dos pueblos, Arriba y Abajo, se circula por la calzada y no por las aceras que son tan estrechas que no caben dos personas y menos si una de ellas circula con un coche de bebé, con un carrito de la compra o  acompañando a una persona en silla de ruedas. Muchos son los ejemplos de edificios públicos, algunos relativamente modernos, sin rampas de acceso; los autobuses no tienen plataforma para subir a personas discapacitadas; los bolardos están muy bien para que los automovilistas no suban sus coches a la acera pero son peligrosísimos para ancianos o personas con alguna minusvalía. ¿Cuántas aceras tienen rebajada su altura para poder circular sin problemas en silla de ruedas? ¿Cuántas viviendas, en las que viven personas mayores no tienen ascensor? Hagamos examen de conciencia, reconozcamos que queda mucho por hacer y continuemos trabajando en la eliminación de las barreras arquitectónicas.