Cuando estoy bajo de batería, con falta de glóbulos blancos o con la mente espesa -que es a menudo- me voy al llamado Parque de Carrero Blanco junto a la Universidad Mª Cristina. Allí me siento, no bajo, que todavía es pequeño, sino junto al castaño que plantamos la familia Isasa después de una Jornada de Hermandad en la que nos reunimos más de 200 componentes en San Lorenzo el 10 de octubre de 1.998. Tiene 11 años y aunque todavía es pequeño, está fuerte como un roble, bien cuidado y con un precioso traje verde.
En el pequeño parque donde los colores de la naturaleza se funden como en una gran paleta, la gente que allí te encuentras medita, recuerda, lee o pinta y respeta a los demás pues casi ni los mira, al pasar junto a ellos, para no molestarles en su recogimiento. Es una maravilla ver como durante cada una de las cuatro estaciones, la naturaleza cambia de colores su vegetación en toda la gama de verdes, ocres, sienas, rojos y amarillos y en algunos días del invierno, hasta se viste de blanco.
Pero realmente el ir al parque es casi una disculpa para asomarme, durante buen rato, al pretil del estanque de la Huerta del Monasterio y desde allí disfrutar del maravilloso espectáculo que desde esa plataforma se divisa. Y lo podemos hacer gracias al Marqués de Borja tal y como lo contamos a continuación.
Quinito Pacheco presentó en agosto de 1.990 el libro “Del entorno escurialense” del que es autor el pintor, poeta, escritor y amigo Adolfo Ruiz Abascal. Es un libro de la colección “Coliseo Real” que en este caso ha cambiado el tipo de letra de imprenta por la elegante letra a mano de la pluma de Adolfo ilustrado con 175 dibujos del entorno. Y en su presentación decía Quinito:
“Pero tenemos que remitirnos a nuestra infancia como punto de partida. Al día que por primera vez pusimos la barbilla en el pretil del muro del estanque de la Huerta y descubrimos la luminosa lámina del Monasterio, navegando en el espejo del agua, tan sólo ondulado por las estelas dibujadas por los patos. Entonces nos enamoramos del Monasterio”
Realmente 40 o 50 años antes no hubiera sido posible poner la barbilla en el pretil del muro pues éste medía 2,50 metros de altura por encima del actual.
La decisión de rebajar el muro a la situación actual, fue de D. Luis Moreno y Gil de Borja, Marqués de Borja e Intendente de la Real Casa y Patrimonio. Lo cuenta Adolfo R. Abascal en el libro “Al Marqués de Borja (con más gratitud)” que le dedicó en 2.003. Es un pequeño libro escrito también a pluma, casi dibujado, y en el que se recogen algunas de las muchas actuaciones de este gran hombre que tanto amó a San Lorenzo y que murió prematuramente en 1.917. Según se cuenta, su muerte se debió a la picadura de una mariposa negra que salió al destapar una caja de zinc con los restos de un personaje de la realeza que debería quedar en el Panteón.
Entre las muchas actuaciones que desde su puesto realizó se cuentan: la restauración de los frescos de la basílica, biblioteca y claustros. Mejora de las Salas Capitulares que convirtió en museo. Creación de la Universidad María Cristina. Repoblación del Romeral. Enlosado de la Lonja y transformación de los Alamillos con rebaje del muro del estanque etc.
Con el paso del tiempo, alguien que tenía no sólo el poder para hacerlo, sino también la sensibilidad y la grandeza de no privarnos del magnífico espectáculo que desde allí se divisa, decidió rebajar el muro que lo tapaba. El Marqués de Borja y su arquitecto Mayor, Ripullés, deciden descorrer el telón, como dice Abascal y dejar a la vista el maravilloso cuadro velazqueño enmarcado en granito. Se rebaja el muro quedando como lo vemos actualmente. Abascal lo justifica, al menos como una posibilidad, la del encierro monacal pero seguro que habrá más de una justificación.
Querido Adolfo: me figuro que no te enfadarás por reproducir lo que cuentas en tu libro, pero sé que mucha gente lo desconoce. Se me ha olvidado contar la anécdota de Azaña. Lo dejo para otra vez.