San Blas y las cigüeñas

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Desconocía que San Blas fue médico y obispo en Armenia y que fue torturado en la época del emperador romano Licinio durante la persecución a los cristianos en el siglo IV. Su festividad se celebra tanto en Occidente, el día 3 de febrero, como en Oriente que celebran su fiesta el 11 de febrero. Desconozco la razón de esta disparidad de fechas. Se le considera patrono de los enfermos de garganta y de los otorrinolaringólogos  (preciosa y larga palabra) porque según la tradición salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele en la garganta una espina de pescado. Creo que, al menos en España, deberíamos hacerle patrono de las cigüeñas que llegan de su apareamiento invernal a su casa en la montaña.

“No hay mayor verdad que la sabiduría de un refrán”, me dijo mi madre hace mucho tiempo. “Por San Blas la cigüeña verás” y como todo refrán, al menos en El Escorial, se ha cumplido con todo el rigor que da el calendario que no sabe de cambios climáticos, ni de vendavales de nieve y lluvia como los que estamos padeciendo.

La mañana, hoy 4 de febrero, era lluviosa y fría y el camino del Escorial a Madrid se hacía complicado. Tras pasar la puerta de la Granjilla y enfilar hacia la depuradora, una cigüeña arreglaba su casa a la que no venía desde noviembre del pasado año. Trasladaba ramas en su largo pico para la mejora de su lecho y la perdí de vista. Llegué a Madrid pensando en ella y al volver al Escorial se cruzó en mi camino, en el mismo sitio, con otra rama en su pico y se posó en el nido que desde hace años construyó sobre las ramas de un árbol. Habían pasado cinco horas y parece que seguía trabajando en su casa de verano sin que ningún piquete ni sindicato la pidiera que parara para tomar el bocadillo. Según se recoge en el convenio de las cigüeñas se debe parar una hora a media mañana y si no lo haces eres una cigüeña esquirol.

Recuerdo que el año pasado escribía algo parecido comenzando así: “El pasado día 10 de enero, vengo de Madrid por la carretera de Galapagar y unos metros antes de la Granjilla una pareja de cigüeñas se cruzan en mi camino sin apenas mirarme. Eran las cinco de la tarde y parece que acababan de llegar a su nido de muchos años pues se las ve limpiando y acicalando su casa”.

Lo dije entonces y lo repito un año después: me gustan las cigüeñas y me gusta verlas en El Escorial sobrevolando los prados cercanos a la Ermita de la Virgen de la Herrería, con su vuelo pausado que parecen que se detienen en el aire para saludarte. Ya están aquí cumpliendo el refrán. No falla.

 

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