En el lugar que hoy ocupa parte del Charolés y lo que fue hasta hace poco el Banco Bilbao-Vizcaya, nació el Mont Blanc de la mano de Antonio “Cañamón” y Carmelo su socio pero fue una sociedad que duró poco tiempo.
Cañamón viene de Suiza y monta este restaurante-bar con un nombre muy suizo. También se encargaría del restaurante del Club de Golf de la Herrería donde sirvió alguna boda de alto copete que le supuso importantes ingresos.
Recuerdo el bar como si lo estuviera viendo ahora mismo. Barra en forma de U y paredes empapeladas con letras de cambio, según Antonio todas pagadas, aunque alguna estaba falsificada ampliando las cantidades a pagar. Si no recuerdo mal alguna pasaba del millón de pesetas.
Mucha gente, hoy grandes profesionales de la hostelería, trabajaron con Cañamón en el Mont Blanc. Mis amigos Vicente Pozas, Pepe que los amigos llamábamos “el Largo” que luego sería marino mercante o Carlos Maroto que pasado el tiempo fue maitre del Club Financiero Génova. Pasaron por allí nada menos que Pedro “El Chispa”, o Aureliano Medero, actual dueño de La Horizontal y el gran cocinero Antonio Gamella.
La terraza de verano del restaurante que daba a Florida, la que hoy es del Charolés, se puso de moda y fue un éxito en el pueblo que contagió a todos los alrededores serranos. Venía la gente a la terraza no sólo a cenar y degustar sus buenos platos, sino a probar los crêpes que Antonio los hacía personalmente con una parafernalia y una teatralizada manera, perfecta para que aunque no estuvieran buenos, salieras encantado. Otros venían a comer su magnífico solomillo y pedir de postre una naranja que pelaba con un sable a la vista del cliente y sacaba completa la piel dejando la naranja perfectamente limpia que luego cortaba en gajos dejando el pellejo interior limpio totalmente como si le hubiera hecho la manicura a los gajos de naranja. Eso no lo hace cualquiera a no ser que seas un profesional como lo es Antonio hoy jubilado.
Me cuenta Vicente Pozas que desde el Mont Blanc se organizó la Vuelta Ciclista a la Silla. Participó Cañamón que asfixiado por el esfuerzo, tuvo que ser asistido y llevado al Mont Blanc donde se le echó en dos mesas para reanimarle. La Vuelta estaba perfectamente organizada. Llevaban hasta coche escoba que iba recogiendo a los lisiados. Algunos no llegaron ni a la puerta de la Herrería.
Un día, Antonio decidió darse una vuelta a caballo por el pueblo y encargó que le buscaran uno. No sabía montar pero se encontró en Peralejo uno tordo muy noble y ni corto ni perezoso se montó y dio la vuelta al pueblo sin caerse. Antonio ha sido, perdón es todavía, un figura en todo.
Un día se incendió el Banco Español de Crédito, en la esquina de Floridablanca justo enfrente al Mont Blanc y se vio a Cañamón intentando apagar el fuego desde un balcón. Pimentel que le vio desde su bar, comentó, en broma, lo tonto que era Antonio intentando apagar el fuego en lugar de dejar que se quemara el banco y así se quemarían todas las letras que debían.
Allí se vivieron muchas fiestas y borracheras de los americanos de la base de Fresnedillas que tomaron Mont Blanc como su bar-restaurante preferido.
También recordar algunos movimientos que se producían entre los camareros del Mont Blanc y las empleadas de Pimentel en el portal existente entre los dos restaurantes y que llevó a decir a Don José que “no sólo me quitan a los clientes sino que se lían con mis criadas”.
Me figuro que cada uno de los que hemos pasado por allí como clientes, tendríamos miles de anécdotas que contar pues Antonio era el perfecto anfitrión, un relaciones públicas muy profesional que trasmitía alegría entre los clientes y algo de inquietud entre los proveedores a los que sabía manejar exquisitamente para que no se enfadaran si tardaba algo en pagarles. Muchas serán las anécdotas que se podrían contar de Antonio y su Mont Blanc pero el espacio es corto y su vida profesional muy larga. Un abrazo.