Durante los muchos años que llevo escribiendo sobre temas escurialenses, nada menos que desde el Semanario Escurialense, nunca he escrito nada sobre el Valle de los Caídos. Razones las desconozco pero es así.
Hace unos días decidí volver a recorrer el Valle y entrar en la Basílica que me volvió a impresionar y a tocarme esa fibra sensible que debemos tener todos en algún lugar escondida.
En otro momento escribiré sobre la construcción de este monumento; sobre los presos políticos que ayudaron a su construcción; sobre los muertos allí enterrados; sobre la hospedería y sobre tantas historias que el Valle encierra. Hoy sólo recogeré tres anécdotas o noticias que he conocido en los últimos días y que me han hecho reflexionar sobre esta impresionante, al menos para mí, obra religiosa y funeraria en memoria de las víctimas de la Guerra Civil.
Una: Pregunten a los comunistas y a los actuales defensores de la Ley de la Memoria Histórica, como al Diputado Llamazares que tanto ha largado sobre el Valle y su construcción por los presos políticos, pregúnteles que quien construían las carreteras en Siberia o los edificios públicos y obras hidráulicas en Moscú, Leningrado o en la Rumanía de Ceaucescu durante el comunismo. Eso no se criticó pero lo que se hizo aquí se airea, se miente y se malinterpreta. Por ejemplo nadie cuenta que muchos presos políticos pedían ir al Valle porque allí tenían más días de redención de penas, mayor salario y más posibilidades de escapar. Eso ocurrió a Manuel Lomana y Nicolás Sánchez Albornoz condenados a cuatro y seis años de cárcel en Carabanchel por hacer pintadas en la Facultad de Filosofía y Letras. Pidieron su traslado a la obra de construcción del monumento del Valle y allí el 8 de agosto de 1.948 se adentran en la sierra ayudados por jóvenes antifranquistas venidos de Francia. Llegan a Barcelona donde deberían encontrar a la persona que les llevara a Francia, pero el guía no apareció. Tras adentrarse solos en Francia su aventura termina en Perpiñán dónde son documentados por el Gobierno francés.
Dos: El día 14 de septiembre día de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, los monjes benedictinos de la Basílica expusieron, como tienen costumbre, el relicario que contenía un pequeño trozo del “lignum crucis”. Se trata de una porción del madero de la Cruz en la que, según la tradición, fue crucificado Jesucristo y que el Papa Juan XXIII regaló a los monjes de la Basílica en 1.960. Se guardó la reliquia en la sacristía y al día siguiente tras la misa de once con la escolanía, la reliquia había desaparecido.
Gracias a las cámaras de seguridad que grabaron el coche del ladrón, la Guardia Civil recupera el “lignum crucis”. Se trataba de un ex seminarista, encarcelado por el robo a un banco, que disfrutaba de un permiso carcelario y tenía problemas económicos aunque no quería la venta de la reliquia, que me figuro que hoy día no le darían ni un euro, sino sólo la protección del “lignum crucis”.
Tres: Lo cierto es que en esa campaña laicista y ateísta iniciada hace algunos años por los socialistas y los pocos comunistas que quedan en Europa, se ha unido la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo dando la razón a la señora italiana que denunció y pidió la desaparición de crucifijos en las aulas. ¡Que mejor crucifijo que la Cruz del Valle de Cuelgamuros para hacerlo desaparecer!
Me figuro que si la cosa sigue así y lo que se pretende es, no sólo quitarle toda connotación política a lo que representa el Valle de los Caídos, sino que si fuera posible, derruirlo y borrarlo del mapa, no va a ser necesario. Según las últimas informaciones las piedras de la fachada se caen; la estatua del San Juan ha perdido un dedo; la Piedad de la entrada a la basílica ha sido forrada de una tela metálica al perder parte de sus piedras y las goteras dentro de la Basílica están poniendo en peligro derrumbes de su techumbre. Les aseguro que si no se hace algo urgente, que no se hará, se declarará en ruina y lo mismo deciden destruirlo.